“Y este es el mensaje que oímos de él, y os anunciamos: Que Dios es luz, y en él no hay ningunas tinieblas. Si nosotros dijéremos que tenemos comunión con él, y andamos en tinieblas, mentimos, y no hacemos la verdad”
(1Jn 1:5-6)
(1Jn 1:5-6)
Proponiéndonos andar en luz y libres de error
Esas palabras inspiradas por Dios, el Espíritu Santo, hacen que nos humillemos ante el sólo Dios verdadero, que retiene su exclusiva y absoluta luminosidad teóntica (la del propio Ser de Dios), y mora en un ambiente de perfecta luminosidad (1Tim. 6:16). Este Dios, que es espíritu, no abriga ningún tipo de injusticia, ni ignorancia, ni error, ni inconsciencia. El es la verdad y Quien dio origen a la verdad, y es el Maestro capaz de enseñarla en toda su amplitud y en todos sus detalles porque suya es la omnipotencia, la sabiduría, la inteligencia y el conocimiento. Además, como El es Eterno y vive hoy, nos puede enseñar toda su verdad a nosotros. Por eso, nos indica el estilo de vida que nos corresponde a sus hijos y discípulos, el cual no es otro que vivir haciendo, o practicando, o conduciéndonos en verdad, o sea, con ausencia de tinieblas.
Este pasaje de la santa Palabra de Dios nos establece de forma terminante el objetivo que todo hijo de Dios debe perseguir como meta en el estudio bíblico: aprender conceptos acordes con la verdad que debemos practicar en todas las esferas de nuestra vida intelectual y práctica. Necesitamos pensar la verdad, para poder hacer la verdad.
El conflicto doctrinal
Sabiendo que nuestro Dios es el Dios de gracia, de amor, de paz; que se compadece de los menesterosos, queremos encarar con temor, franqueza y humildad un tema que para la mayoría no tiene demasiado interés y que quizás unos pocos podrían llegar a sentir como un reto a su persona (al no poder desligarla de su concepto personal y consiguiente práctica de la autoridad en la Iglesia), e incluso un peligro que amenace la estabilidad y progreso de las Iglesias locales. Ni a unos ni a otros quisiéramos ofender ni alarmar. Deseamos, con la ayuda del Señor, exponer con acierto y claridad la verdad bíblica sobre la “autoridad pastoral”, siguiendo la pauta de: “Antes siguiendo la verdad en amor ,,,” (Ef. 4:15a), y “La caridad… no se huelga de la injusticia, mas se huelga de la verdad;” (1Co 13:6).
Es una realidad incuestionable que, aunque de diferentes maneras, el sistema generalizado en la gran mayoría de las Iglesias Evangélicas y Bíblicas para hacer efectivo el gobierno de esas Iglesias, es a través de unos dirigentes que son los que determinan la estructura organizativa y estudian los asuntos que se van presentando en la vida de la Iglesia, o que por propia iniciativa ellos mismos aportan. Asimismo estos dirigentes, son los que a su vez toman las decisiones y establecen su aplicación para todos los miembros de la congregación; y, por lo general, esto se hace sin consultar, sin avisar previamente y sin posibilidad de reconsideración.
Hace más de 30 años que conocemos los argumentos que se presentan como bíblicos para esta práctica, fundamentados en unos pocos versículos bíblicos y hemos sido testigos, además de víctimas, del ejercicio de esa “autoridad” de la que no se puede discrepar y que debe ser obedecida sin cuestionar sus determinaciones. En la práctica, pues, nos encontramos con una autoridad de carácter legislativo, ejecutivo, judicial. Permítasenos el uso de estas palabras que nos resultan más familiares para identificar la clase de autoridad que muchos dirigentes eclesiásticos se esfuerzan en vindicar y ejercer, en consonancia con la enseñanza recibida, ya sea en Institutos Bíblicos, ya sea en la propia Iglesia local; enseñanza reforzada con el ejemplo de sus maestros. También somos conscientes de que en función del carácter y espiritualidad de los dirigentes (líderes), esta práctica puede ser más acentuada o más atenuada.
Pero, ¿es realmente éste, el concepto y práctica de autoridad eclesiástica que podemos establecer al trazar rectamente las Escrituras que tienen que ver con toda la verdad de nuestro tema? (comp. 2Tim. 2:15).
En las páginas que siguen nos proponemos mostrar, mediante la armonización de las verdades bíblicas que discernimos como implicadas en esta parte tan importante de la vida cristiana, que la autoridad de los siervos de Cristo (más conocidos como líderes), es de carácter espiritual y subordinada al Señor de la Iglesia, máxime cuando entendemos que esa autoridad afecta muy decisivamente al desarrollo espiritual y a las relaciones fraternales de los hijos de Dios.
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